sábado, 16 de enero de 2010

“EN BUSCA DE LA IDENTIDAD PERDIDA ”

EDITORIAL


Ayer viernes 4 de diciembre, tuvimos la oportunidad de introducirnos un poco en una realidad cultural que, sin duda, ocupará durante el próximo año 2010 un espacio más o menos relevante en nuestras vidas, ya sea voluntaria o involuntariamente. Porque a pesar de que el Mundial de Fútbol despierte fervientes adhesiones o antipatías, su carácter de acontecimiento global es innegable.

Durante la ceremonia del sorteo, pudimos ver en pantalla el modo en que una nación entera, la República de Sudáfrica, abre las puertas al mundo para ofrecer no sólo la organización de uno de los mayores acontecimientos deportivos del planeta, sino también sus vastísimas manifestaciones culturales y, fundamentalmente, su sentido de pertenencia e identidad como pueblo unido a pesar de una historia de disputas coloniales, adversidades internas y apartheid. El presidente de la FIFA , una organización con enorme poderío económico (y todo lo que ello representa) se encargó de presentar, codo a codo con el presidente Zuma, una serie de programas culturales y educativos que parten de la actividad deportiva y edifican los amplios cimientos sobre los que el pueblo (especialmente las clases históricamente postergadas, es decir los townships o barrios bajos que hacían las veces de verdaderos guetos durante el régimen de segregación racial) puede acceder a la educación, a la visión de futuro, a la esperanza. Los programas “Un gol: educación para todos” y “Fútbol para la esperanza”, resultados de la voluntad política de cooperación entre distintos países del mundo, aprovechan la oportunidad histórica de que el deporte más popular se pose sobre el continente africano, permitiendo a la vez generar oportunidades de acceder a la escuela, a talleres comunitarios, a prácticas deportivas y charlas con estrellas del fútbol, al conocimiento y a la participación activa de una identidad nacional y continental que permanece de pie ahora más que nunca.

Desde Mandela al capitán de la selección de fútbol, desde los leopardos y jirafas hasta el Pata Pata de Miriam Makeba, o desde la belleza natural del Cabo hasta las profundas raíces y heridas del Soweto, un pueblo iza bien alto la bandera de su identidad cultural y la muestra, orgulloso, al mundo entero.

Ahora, mirándonos un poco, nos preguntamos cuáles son los impedimentos para que ese trabajo mancomunado entre los distintos hacedores de la cultura sea efectivo y, fundamentalmente, sostenible para un desarrollo positivo de cara al futuro.

Este fin de semana, los esfuerzos de algunos sectores de nuestra comunidad llevarán a cabo la Fiesta Nacional del Alfajor y Productos Regionales, una tarea encomiable que, al menos inicialmente desde su recuperación, intentará edificar los cimientos para recuperar aquella Fiesta con Mayúsculas, primer ejemplo de la identidad faldense. Subirán al escenario artistas locales y los escritores de la zona contarán con stand propio, una política que, desde el sector oficial, ha venido siendo siempre relegada a favor del oportunismo. (Cabe aclarar que la ordenanza que manda el fomento de artistas locales, la conformación de un padrón y la creación de una comisión asesora, ha permanecido un elemento casi inerte desde su sanción).

Pero ha llegado el momento de unir voluntades para constituir una verdadera identidad faldense. Llenarse la boca de llamados al consenso y al diálogo no sirve si la participación se limita a la observación pasiva de las acciones aisladas, ya sean desde los sectores oficiales o desde los espacios privados o independientes. Es simple, dos es siempre más que uno.

Nos preguntamos cuál es el rol de la Secretaría de Turismo, Cultura y Deporte en fomentar, en patrocinar, en resguardar la identidad cultural que pertenece a todos los faldenses, de todos los barrios, de todas las disciplinas, de todas las banderas sociales y políticas y de todos los bolsillos. Nos preguntamos cuál es el rol de la inmensa comunidad cultural que trabaja desde sus lugares de mayor o menor influencia y cómo entiende y manifiesta la pertenencia a una geografía, a una historia, a una tradición. Nos preguntamos cómo podemos trabajar juntos.

No perdamos la voluntad de estar siempre informados y dispuestos a participar.

Pensémoslo, ¿no nos estaremos perdiendo la oportunidad de meter un golazo al ángulo?